El gas natural de uso vehicular  es el mismo gas que se utiliza en hogares, industrias, comercios y para generar electricidad. La única diferencia radica en que para uso en el sector transporte es comprimido hasta alcanzar una presión de 200 bar, con el objeto de ser almacenado en cilindros o estanques.

Las ventajas del gas natural comprimido (GNC) son muchas, entre las cuales destacan las siguientes:
Es una fuente de energía limpia, cuya combustión es más completa y pura que la de combustibles líquidos, lo que disminuye significativamente el nivel de partículas y gases contaminantes como hidrocarburos no quemados, monóxido de carbono (CO) y gases de efecto invernadero. No produce residuos de carbón, no forma sedimentos ni lava las paredes de los cilindros, aumentando la vida útil del motor, bujías, filtros y aceite. Disminuye el nivel de ruido en relación con los motores diésel. Además cumple con exigentes normas de seguridad, tanto para la instalación de kits de conversión como para el reabastecimiento de combustible. Adicionalmente, ante cualquier escape, el gas natural asciende y se disipa en la atmósfera.

Crecimiento a nivel mundial vs situación en Chile

En los últimos años el gas natural ha tenido un fuerte crecimiento a nivel mundial en su uso como combustible vehicular, sustituyendo fuentes más contaminantes, en particular el diésel, con el consiguiente efecto positivo sobre el medio ambiente y salud de las personas.
Cerca de 25 millones de vehículos operan hoy en las carreteras del mundo con gas natural comprimido (GNC), realidad muy distante de lo que ocurre en Chile, donde el parque automotor a gas natural se limita a unos 8.500 vehículos –entre taxis y flotas comerciales–, de los cuales 5.500 circulan en Santiago y el resto en Punta Arenas. En el caso del transporte público, únicamente en la austral ciudad de Punta Arenas opera una flota de 83 buses a gas natural desde mediados del año 2010.
Una de las principales razones que explica esta baja participación es el disímil tratamiento impositivo que reciben el GNC y el diésel en nuestro país. En efecto, por concepto de la Ley N°18.502 de Impuestos Específicos a los Combustibles, un vehículo que usa gas paga del orden de un 60% más de impuesto al año frente a uno que opera a diésel. Es decir, aquí se “premia” con un menor tributo al combustible más contaminante de todos, lo que representa un contrasentido ambiental difícil de entender.

Con el paso de los años se ha comprobado que la combustión diésel emite más micropartículas en suspensión y dióxidos de nitrógeno a la atmósfera, elementos que han sido señalados por la Organización Mundial de la Salud como agentes muy dañinos para la salud humana, porque exacerban patologías respiratorias y cardíacas. No en vano los motores diésel son los nuevos enemigos del aire limpio y por lo mismo este combustible está en retirada en el mundo desarrollado.
En Estados Unidos, Europa y Asia se observa un decidido apoyo y fomento a la utilización del gas natural en el sector transporte. En el caso de Italia –pionero en este ámbito– existe una red de autobuses, taxis y vehículos particulares que lo usan de manera intensiva. Asimismo, Alemania, Corea, China, Francia, Suiza, Grecia y República Checa son otras de las naciones que han adoptado esta tecnología.
En Estados Unidos, el estado de California –uno de los principales promotores de políticas medioambientales– ha incentivado decididamente la incorporación masiva de gas natural en el sector transporte, en especial en el transporte público, flotas de camiones y en flotas de vehículos escolares, debido a las ventajas medioambientales de este combustible. De este modo, son varias las ciudades en California que han reducido sus concentraciones anuales de PM en forma importante, gracias a las inversiones materializadas en el sector del transporte público y comercial a gas natural.