Gas natural y transporte

(Diario Pulso). La saturación de la cuenca de Santiago por material particulado fino (MP 2,5), entre otros contaminantes, se ha convertido en un problema de salud pública de primera preocupación. Ya nadie discute que los santiaguinos estamos viviendo en un ambiente cada vez más dañino y, pese a los múltiples esfuerzos que se han realizado en materia de políticas públicas para mitigarlo, la situación no cede. En consecuencia, actuar con decisión sobre las principales fuentes responsables de la mala calidad del aire en Santiago debiera ser un desafío prioritario de nuestros gobernantes, en atención a su compromiso con el bien común.

El nuevo Plan de Prevención y Descontaminación Atmosférica para la Región Metropolitana (PPDA) representa un avance destacable en este sentido, al establecer la prohibición total del uso de leña para calefacción en la ciudad. Sin embargo, el plan no aborda con la misma audacia el tema del transporte, fuente reconocida por diversos especialistas como una de las grandes responsables de las altas concentraciones de MP 2,5.

Lo anterior está estrechamente vinculado a la “dieselización” del parque automotor, lo que ha sido estimulado porque el diésel está afecto a un impuesto específico mucho más favorable en relación con otros combustibles vehiculares. En comparación con el gas natural vehicular (GNV) –una opción limpia, segura y disponible en Chile–, este tributo es al menos un 25% más bajo, lo que representa un contrasentido ambiental.

Si bien el diésel que se utiliza en nuestro país ha reducido de manera importante su contenido de azufre, ello dista mucho de solucionar el problema de las emisiones, toda vez que existe otro elemento relevante que se debe tener en cuenta, como es el factor de deterioro de los motores que usan esta tecnología. Un caso concreto lo podemos observar en el Transantiago: en muchas arterias de la ciudad vemos que los buses siguen siendo una verdadera “locomotora”, pese a ocupar un diésel de 15 ppm de azufre.

En este contexto, la próxima renovación de buses del Transantiago –en 2018– abre una oportunidad única para incorporar la variable ambiental en el proceso, promoviendo la participación de tecnologías menos contaminantes en la licitación, como el GNV, lo que contribuiría a ahorrar millones dólares al siempre congestionado sistema de salud pública.

En la actualidad, los vehículos dedicados o concebidos desde fábrica para trabajar solo con gas natural cumplen con la normativa ambiental Euro VI, convirtiéndolos en los más limpios del mercado en materia ambiental, comparados con cualquier vehículo que trabaje con combustible fósil. Adicionalmente, reducen en 100% el MP en comparación con los vehículos diésel, reducen 18% las emisiones de CO2, 90% el CO y 95% los óxidos de nitrógeno.

Con todo, es cosa de voluntad política no seguir haciendo más de lo mismo y darle la opción a una alternativa costo-efectiva que puede contribuir a descontaminar Santiago y, con ello, preservar la salud de la población.