Todos los días hay personas eligiendo qué vehículo comprar para su familia o empresa. Lamentablemente, los hechos demuestran que en nuestro país se incentiva a quien contamina más, ya que la política tributaria para los combustibles vehiculares favorece la elección de autos diesel, el combustible más contaminante dentro de la gama de las alternativas disponibles, generando una fuerte distorsión de mercado.
En efecto, el impuesto específico al diesel es un 38% más bajo que el que afecta al gas natural vehicular (GNV), y un 80% inferior al que grava a la gasolina, lo cual incentiva su utilización. Este disímil tratamiento impositivo deriva de presiones sectoriales, ya que tal rebaja tributaria formó parte de la resolución de un conflicto entre el gobierno y el sector del transporte de carga en décadas pasadas. Sin embargo, ¿es razonable que ese bajo impuesto se traspase también al transporte liviano?
Si bien se han logrado avances en la limpieza del diesel, además de las mejoras realizadas en tecnologías de combustión, sus emisiones siguen siendo más altas que las de la gasolina y del GNV. No obstante, y aunque los vehículos a diesel emiten entre 20 y 200 veces más material particulado que su equivalente en gasolina o en GNV, ellos pueden circular por Santiago en iguales condiciones, sin ningún “castigo” o restricción adicional.
Un reciente estudio, realizado por la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile y el Centro de Sustentabilidad de la Universidad Andrés Bello, reveló que la existencia de partículas ultrafinas, en el centro de Santiago, es muy elevada, lo que obedece, principalmente, a la alta participación de motores diesel en vehículos livianos, comerciales, de carga y de transporte público.
Aún más, en avenidas con mayor flujo de estos vehículos, el estudio constató que la presencia de partículas ultrafinas llega a niveles preocupantes, con los consiguientes riesgos para la salud de la población.
Estas partículas, emitidas principalmente por aquellos que funcionan a diesel, están formadas, entre otras cosas, por gotas de ácido sulfúrico, hidrocarburos condensados y carbono, siendo este último potencialmente cancerígeno.
Ya sea por nivelación de impuestos o creación de incentivos (tales como exenciones de restricción vehicular a vehículos limpios, o restricción permanente a vehículos particulares diesel Euro I, II, III), es necesario intervenir para corregir esta distorsión tributaria.
Distorsión que hace que se opte por el combustible más barato, pero que se paga caro por concepto de los daños en salud. Distorsión que, además, obliga al Estado a pagar grandes sumas de dinero por los miles de asmáticos, o por los casos de cáncer derivados de la misma situación.
Es lógico promover incentivos para que los combustibles más “verdes”, como el GNV, puedan competir con otras opciones más contaminantes. En este contexto, donde más se puede avanzar es incentivando la incorporación de GNV en vehículos comerciales y flotas institucionales, eximiendo de restricción vehicular a los autos híbridos y/o simplemente normando para que los vehículos diesel antiguos estén expuestos a restricción vehicular permanente.
Es lógico promover incentivos para que los combustibles más “verdes” puedan competir con otras opciones más contaminantes.
Fuente: La Tercera, 15 febrero 2012