La mayor innovación energética en lo que va de siglo ha sido el desarrollo de gas y petróleo de esquisto (shale). Este tipo de energía es superior no sólo por su abundancia en Estados Unidos, sino también por su profundo impacto global, como los acontecimientos del próximo año lo demostrarán.
El gas y petróleo de esquisto de EEUU están cambiando los mercados mundiales de energía y reduciendo la competitividad de Europa frente a la de EEUU y China. También está trayendo cambios en la política global. En efecto, cómo la energía de esquisto puede cambiar el rol de EEUU en el Medio Oriente es el tema central en Washington y en el propio Medio Oriente.
Esta “revolución no convencional” en el petróleo y el gas no llegó rápido. La fractura hidráulica -conocida como “fracking”- ha estado presente desde 1947, y los esfuerzos iniciales para adaptarla a la densidad del shale oil comenzaron en Texas en la década de 1980. Pero no fue hasta fines de los ‘90 y principios de 2000 que el tipo específico de la fractura para el gas de esquisto, combinado con la perforación horizontal, se perfeccionó. Y no fue hasta 2008 que su impacto en el suministro de energía de EEUU adquirió notabilidad.
Desde entonces, la industria se ha desarrollado rápidamente, y el gas de esquisto representa hoy el 44 % de la producción total de gas natural de EEUU. Dada la abundante oferta, los precios del gas de EEUU han caído a un tercio de los de Europa, mientras que Asia paga cinco veces más. El petróleo shale también está impulsando la producción de crudo de EEUU, con un aumento de 56% en la producción desde 2008; un aumento que, en términos absolutos, es mayor que la producción total de ocho de los 12 países de la OPEP. La Agencia Internacional de Energía prevé que en los próximos años EEUU superará a Arabia Saudita y a Rusia para convertirse en el mayor productor de petróleo del mundo.
Hace cinco años, se esperaba que EEUU importara grandes volúmenes de gas natural licuado para compensar un déficit anticipado de la producción nacional. Ahora ese país no importa ningún tipo de GNL, ahorrando US$100 mil millones en su factura anual de importación. A los precios actuales, el aumento de la producción de petróleo en EEUU ha recortado otros U$S100 mil millones de esa cuenta. Además, la revolución no convencional sostiene más de dos millones de puestos de trabajo.
El impacto global ha sido enorme. Gran parte de la nueva capacidad mundial de GNL se desarrolló con EEUU en mente. Ahora, con el mercado de EEUU teniendo gas local barato, parte del GNL va a Europa, introduciendo una competencia inesperada para proveedores tradicionales como Rusia y Noruega.
Para Japón, la falta de demanda de GNL por parte de EEUU fue afortunada tras las consecuencias de la catástrofe de la central nuclear de Fukushima Daiichi en 2011. Gran parte del GNL pudo ir a Japón para generar electricidad, en reemplazo de la electricidad perdida por el cierre total de la energía nuclear.
Muchos otros países están reevaluando sus políticas energéticas a la luz de esta revolución energética. China, al ver la velocidad y el grado de desarrollo del shale gas en EEUU, le ha dado alta prioridad al desarrollo de sus amplios recursos de gas no convencionales. Para China, la sustitución del carbón por gas natural en la generación de electricidad es esencial para mitigar el descontento de la población y los problemas de salud derivados de la contaminación del aire urbano.
El aumento de la energía de esquisto en EEUU también está teniendo un impacto económico global más amplio: está cambiando el equilibrio de la competitividad en la economía mundial, dándole a EEUU una ventaja inesperada. De hecho, el gas natural barato está alimentando un renacimiento manufacturero en este país, a medida que las empresas construyen nuevas plantas y amplían las instalaciones existentes.
En toda Europa, los líderes industriales están cada vez más alarmados por la pérdida de competitividad de las empresas respecto a las fábricas que utilizan gas natural de bajo costo y el consiguiente desplazamiento de manufactura desde Europa a EEUU. Esto es especialmente preocupante en Alemania, donde la mitad del PIB se basa en las exportaciones, y donde los costos de la energía siguen una trayectoria hacia arriba. Estos altos costos significan que la industria alemana perderá participación en el mercado global.
Cualquiera sean sus objetivos para cambiar su matriz energética, los países de la Unión Europea, que ya sufren por las altas tasas de desempleo, se verán obligados a reconsiderar las estrategias energéticas de alto costo o enfrentar la menor competitividad y la pérdida de empleos.
El impacto geopolítico ya es evidente. Por ejemplo, Irán está en la mesa de negociaciones nucleares, lo que podría no haber sucedido si no fuera por este nuevo petróleo. Cuando se impusieron sanciones a las exportaciones de petróleo de Irán, muchos temían que los precios mundiales del petróleo se dispararan, y que las sanciones finalmente fallarían, debido a la insuficiente oferta alternativa. Pero el aumento de la producción de petróleo de EEUU en los últimos dos años ha compensado la extraviada producción iraní, permitiendo a las sanciones (reforzadas por medidas financieras paralelas) funcionar: impulsando a Irán a negociar seriamente, lo que no estaba dispuesto a hacer hace dos años.
En las capitales árabes, crece la ansiedad respecto de que el rápido incremento en la producción de tight oil en EEUU impulse una mayor desvinculación de la potencia norteamericana respecto de Medio Oriente.
Pero esto muestra en qué medida las importaciones directas de petróleo conforman la política de EEUU hacia la región. Sin duda, la creciente producción de tight oil en EEUU, junto con una mayor eficiencia de los combustible para automóviles, van a seguir reduciendo sus importaciones de petróleo. Y, mientras EEUU todavía importe petróleo en los próximos años, mayores cantidades provendrán de Canadá (a pesar del debate sobre el oleoducto Keystone XL).
El suministro de Medio Oriente no ha aumentado mucho en el panorama petrolero de EEUU desde hace algún tiempo. Después de todo, incluso antes del auge del tight oil, el Golfo Pérsico proporcionó sólo el 10% del suministro total de EEUU. No eran las importaciones directas de EEUU desde Medio Oriente, sino más bien la importancia del petróleo para la economía y la política mundial la que ayudó a definir los intereses estratégicos estadounidenses.
Medio Oriente seguirá teniendo gran importancia geopolítica, y su petróleo será esencial para el funcionamiento de la economía global. Esto implica que la región probablemente seguirá siendo un interés estratégico.
Sin embargo, la revolución energética proporciona una nueva fuente de resiliencia para EEUU y mejora su posición en el mundo. Esto demuestra, una vez más, cómo la innovación puede cambiar el equilibrio del poder económico y político mundial.
(*) Vice Presidente de IHS, es el autor de The Quest: Energy, Security, and the Remaking of the Modern World y The Prize: the Epic Quest for Oil, Money, and Power, por el cual ganó un premio Pulitzer.
Fuente: Diario Pulso, 20 diciembre 2013