El ministro de Energía, Máximo Pacheco, informó que el país exportará durante el invierno 5,5 millones de metros cúbicos diarios de gas natural a Argentina. Además anunció que también exportaríamos electricidad en una capacidad de 200 MW vía Mejillones-Salta. ¿Cómo es posible? ¿No es acaso Chile un país sin recursos energéticos fósiles? ¿No estábamos sufriendo altos precios por restricciones de abastecimiento?
Antes de explicar la lógica tras esto es importante destacar que los intercambios energéticos entre países pueden ser de importantes beneficios y sinergias para los involucrados, permiten optimizar costos de producción, mejorar la seguridad del abastecimiento, colocar excedentes de energía y aprovechar recursos complementarios de los países interconectados. Una región que se ha convencido de lo anterior es Europa, hoy con un gran sistema eléctrico interconectado que abarca 34 países, abasteciendo a más de 530 millones de consumidores, con una capacidad de generación neta sobre el millón de MW. Pero claro, los intercambios energéticos también pueden acabar muy mal, un buen ejemplo fue nuestro previo intercambio gasífero con Argentina. Para entender la lógica tras las nuevas acciones hay que identificar dos posibles dimensiones de exportación de energía a Argentina, con distintas condicionantes y restricciones.
Una primera dimensión es la de servir de interfaz de suministro de gas natural. Chile recibe gas natural licuado vía marítima desde el extranjero. Dispone de dos terminales de licuefacción subutilizados en Mejillones y Quintero, y de los gasoductos Nor Andino, de la Segunda Región, y Andes, de la Región Metropolitana, que se construyeron para el suministro a Chile, y que no se utilizan. Surge entonces la oportunidad de ser un canal para abastecer a una Argentina con serios problemas de abastecimiento de gas, y sin afectar el suministro de Chile. Es cierto que esto puede ser transitorio, ya que Argentina debe reconstruir su infraestructura energética, castigada por erradas políticas energéticas. Debe recuperar su liderazgo, contando con grandes recursos no explotados, incluidas sus reservas de shale gas, de las más grandes del mundo. Pero esto puede tomar décadas.
La segunda dimensión es la de exportar energía eléctrica excedentaria. Noruega y Suecia exportan energía hidroeléctrica al resto de Europa mientras Francia exporta energía nuclear. Se proyecta que el norte de África exportará energía solar a Europa, como esperamos que lo haga el Norte Grande al resto de Sudamérica.
Existiendo hoy capacidad termoeléctrica excedentaria en el norte, la posibilidad de venderla a Argentina es atractiva, pero las restricciones son distintas al caso anterior. Cautelar que una mayor demanda no suba los precios locales y que no se asuman mayores costos ambientales son preocupaciones de cualquier intercambio. Esas mismas preocupaciones surgen en Perú, con el que también se ha anunciado una interconexión Tacna-Arica. Es un país con gran potencial de generación eléctrica vía gas natural y que está aprovechando sin problemas su gran potencial hidroeléctrico.
Soñar además con el Sistema de Interconexión Eléctrica Andina con Perú, Colombia, Ecuador, e incluso Bolivia, es soñar con la Europa integrada. Resta por conocer los protocolos de acuerdo en desarrollo, los contratos de compra y venta, y la forma en que nos protegemos para no repetir los errores del pasado.
Fuente: Pulso, 11 febrero 2016