Las más recientes inversiones muestran que las grandes compañías energéticas hacen una apuesta clara por el gas como alternativa al petróleo y el carbón, lo que constituye un sorprendente cambio.
(Fuente: Reuters/Financial Times). Durante años el sector del gas era considerado de segundo nivel porque carecía de la influencia del petróleo, el actor principal en la escena energética que representaba un negocio de mayor dimensión que todas las demás materias primas juntas.
Pero un cambio significativo se está produciendo en la industria de la energía. De la mano del cambio climático y de la revolución del sector automotriz, con los autos eléctricos, se hace manifiesta la tendencia global a una mayor importancia del gas y de las energías renovables en el consumo mundial. Y los grandes grupos petroleros buscan refugio para el sector ante la previsible caída del petróleo.
De 16 nuevos proyectos de British Petroleum (BP) previstos en el período 2017-2021, 12 de ellos se vinculan al gas y no al petróleo. Este cambio se está haciendo notar en todo el sector. Según Andrew Ward, de Financial Times, consultoras del sector como Wood Mackenzie, muestran que el gas ha duplicado al crudo en las propuestas que esperan la aprobación de la comunidad inversora.
Shell, Royal Dutch como BP y otras grandes compañías están comprometiendo cada vez mayores presupuestos para la producción de gas y energías renovables. El grupo italiano Eni tiene en explotación desde 2016 el gigantesco campo de gas de Zohr ubicado en la costa de Egipto y la francesa Total encabeza un consorcio en Costa de Marfil La industria petrolera ha tomado conciencia de ese cambio inexorable en las próximas décadas y analiza seriamente el alcance a largo plazo de su actual modelo de negocio, mientras avanza sobre el gas.
Pero lo más sorprendente es que puñado de grandes operadoras mundiales de materias primas como la holandesa Trafigura Beheer BV y Vitol Group, con sede en Suiza, están adoptando un papel cada vez más central en los mercados globales de commodities como el gas natural licuado (GNL) e invierten enormes recursos para su comercialización, con cargas marítimas del combustible por debajo de su punto de congelación (‘super-enfriamiento’) que facilitan que el gas se convierta en una materia prima más fácil de operar globalmente.
Estas firmas, poco conocidas para el gran público, no sólo están apostando a los precios o gestionando cargamentos sino que están enfrentando a petroleras, mineras y grandes bancos de Wall Street, invirtiendo miles de millones de dólares en refinerías, gasoductos, plantas eléctricas, puertos y otros activos. Las cuatro mayores corredoras -Vitol, Glencore PLC, Cargill Inc. y Trafigura- generan ingresos anuales de más de u$s 100.000 millones cada una, lo que las ubica al nivel de gigantes como Apple Inc. y Chevron Corp.
Un análisis de The Wall Street Journal halló que los ingresos de estos cuatro operadores casi se duplicaron en los últimos cinco años, a u$s 816.400 millones, mientras en el mismo período, la facturación por intermediación de materias primas en los cuatro principales bancos estadounidenses involucrados en el sector cayó 56%, a u$s 3.800 millones, debido a una desaceleración en las operaciones y al incremento de regulaciones más estrictas.
Es que el gas emite la mitad de dióxido de carbono que el carbón al quemarse para producir electricidad y un 75% menos de óxido de nitrógeno y otras partículas dañinas para la salud, lo que lo convierte en un aliado en la lucha contra el cambio climático. Para los especialistas, no hay dudas que a largo plazo las energías renovables dominarán el sector, pero durante el período de transición, se requerirá una fuente estable y relativamente limpia de electricidad. Muchos como Maarten Wetselaar, Director de Gas y Nuevas Energías de Shell, creen que desempeñará ese papel.
La evolución del gas cobra especial importancia en Asia. China e India representarán casi la mitad del aumento del 30% en las previsiones de demanda de energía global de aquí a 2035. La apuesta por el gas depende en gran parte de la capacidad del sector de eliminar el carbón del sistema energético global y competir con el aumento de la energía eólica y solar.
A comienzos de 2017, China anunció que invertiría u$s 360.000 millones en energías renovables para 2020 y descartaría sus planes de construir 85 plantas energéticas a carbón. En marzo, las autoridades chinas informaron que el país ya superaba los objetivos de energía, intensidad del uso de carbón y su proporción de fuentes de energía limpia. Y en agosto, la Administración Energética de China lanzó nuevas medidas para reducir la dependencia del país en el carbón.
En medio de la transformación energética global, impulsada por el cambio tecnológico y la baja del coste de las renovables, China se encuentra no solo realizando enormes inversiones en ellas y dejando gradualmente el carbón, sino que como partícipe creciente de la demanda global, la transformación de su consumo de energía tendrá impacto a nivel mundial.
El carbón todavía mantiene una parte significativa de la generación de electricidad en China e India, pero la decisión estratégica del gobierno del presidente XI de caminar hacia una “civilización ecológica” y una mayor conciencia ambiental en India, están creando más oportunidades para el gas.
China pretende incrementar la cuota de gas en su consumo energético del 6 al 15% para 2030. Las importaciones de GNL en China aumentaron un 38% en 2017 en relación al año anterior.
El número de países que importan GNL se ha duplicado en la última década, en parte porque los buques capaces de convertir el GNL en gas (FSRU, por sus siglas en inglés) permiten que países como Pakistán, Jordania y Colombia puedan permitirse los costes asociados al gas. Formas más económicas de extraer gas (unidades de regasificación y FSRU) se extienden todo el mundo como una alternativa económica a los costosos montajes de terminales terrestres de GNL, que implicaban cuatro o cinco años de construcción con un coste de unos 500 millones de dólares.
Pero notas son buenas noticias para el gas. Según la Agencia Internacional de Energía (AIE), aunque el gas ha registrado una mejor evolución que otros combustibles fósiles en las últimas décadas, “algunos de los pilares sobre los que se ha construido un futuro brillante para el gas parecen menos sólidos que en el pasado”. La demanda de gas se ha ralentizado por dos factores: el rápido crecimiento de las energías renovables y que el carbón sigue siendo más barato que el gas en muchas partes del mundo.
Expertos del centro de investigación ‘Economics por Energy’ han advertido del riesgo que puede representar rentabilizar las inversiones en nuevas instalaciones de potencia eléctrica alimentada con gas natural más allá de 2030. Aunque los productores de gas aseguran que su producto es un combustible que es puente obligatorio entre los hidrocarburos y las renovables, el riesgo para la industria es que los avances tecnológicos, que permiten que los excedentes de la energía eólica y solar se almacenen para su uso futuro, podrían permitir un salto rápido del gas a las renovables.