Columna de opinión: Gas natural y calidad del aire

Columna de opinión: Gas natural y calidad del aire

Gas natural y calidad del aire

Carlos Cortés, Presidente Ejecutivo AGN

La alta contaminación atmosférica que aqueja a varias ciudades de nuestra zona centro sur nos ha hecho merecedores de un triste reconocimiento: 9 de las 10 ciudades más contaminadas de Sudamérica se encuentran en Chile. Cada año, al comenzar la época de frío, las noticias sobre la mala calidad del aire se vuelven reiterativas, al igual que la discusión en torno a las soluciones para revertir la situación. Sin embargo, el tiempo avanza y el problema se mantiene, afectando de manera directa la calidad de vida de millones de personas, especialmente aquellos de menores ingresos.

Uno de los protagonistas de esta historia es el tan mentado material particulado fino (MP 2,5), el más dañino para la salud de las personas. A nivel nacional el uso de la leña para calefacción de hogares representa aproximadamente el 92% del MP 2,5. De hecho, entre Rancagua y Coyhaique se estima hay 1 millón de estufas instaladas sin normativa o mínima regulación, cuyas emisiones de este contaminante afectan la salud de más de tres millones de personas.

Entre los expertos hay un consenso prácticamente generalizado en cuanto a la necesidad de prohibir las estufas a leña en las ciudades de Santiago al sur, y promover decididamente su reemplazo por sistemas de calefacción más limpios.

Sin embargo, muchas de las medidas planteadas tanto en el proyecto de ley -en actual trámite legislativo- que regula el uso de la leña como combustible de uso domiciliario y las condiciones para su comercialización (bol. 13664-08), como en los Planes de Descontaminación Atmosférica que hoy se analizan, apuntan a formalizar el mercado de comercialización de la leña, a establecer parámetros de calidad a la misma y a fomentar el uso de leña seca y calefactores con mayor tecnología como el camino a seguir. Si bien creemos que esto contribuiría a mitigar el problema, definitivamente no es una solución sostenible en el tiempo por la condición de saturación que experimentan varias de las comunas afectadas (para cumplir la norma nacional de MP 2,5 hay ciudades donde la concentración durante el invierno debe reducirse en más de un 70%).

Junto con promover sistemas de calefacción más limpios y seguros a nivel residencial, también es urgente impulsar un cambio de hábitos y costumbres en la población, informando de las dimensiones y los efectos nocivos que tiene el uso indiscriminado de leña húmeda en materia de salud pública.

No es comprensible que incluso en ciudades donde su uso está prohibido, como es el caso de Santiago, se siga utilizando -con nula fiscalización- en sectores de ingresos altos, ante la frustrada contemplación de vecinos que han comenzado a tomar conciencia de los efectos que su uso genera en la salud de la población.

Estamos ciertos de que el problema de contaminación ambiental causado por el uso masivo de leña húmeda se debe trabajar en forma integral, con medidas estructurales de largo plazo que se hagan cargo de todas las externalidades negativas que tiene su utilización. Más allá de destinar importantes recursos al recambio de leña por leña, bien podría recurrirse al reemplazo de este combustible por otros energéticos más limpios y también disponibles. Este es el caso del gas natural, un producto que tiene un bajo nivel de penetración en la matriz residencial, no obstante a los enormes beneficios ambientales que reportaría su masificación. Lo anterior, debiera ir acompañado de mejoras en la aislación de las viviendas. Si ambas intervenciones se hacen de manera conjunta, los impactos en costos para los usuarios se vuelve imperceptibles, con ganancias en confort, calidad de vida y salud.

Una mayor utilización de esta fuente de energía, sumado a inversiones en aislación térmica de las viviendas, permitiría paliar en forma importante los impactos negativos de la contaminación al interior de los hogares y reducir los niveles de contaminantes locales.