Un país pequeño como Chile no suele destacar a nivel global en demasiadas materias. Sin embargo, sí lo ha hecho como uno de los países que con más éxito ha incorporado a su matriz energética las denominadas energías renovables variable (ERV) o no “convencionales”, fundamentalmente la solar y la eólica. Esto ocurre por sus condiciones naturales –cuenta con una de las radiaciones solares más altas del mundo-, así como por su apertura económica y un sistema de asignación de recursos basado en el mercado. Así, la matriz eléctrica actual posiciona a las ERNC con un 32% de la capacidad instalada y un 23% de la producción del presente año, convirtiendo a Chile en uno de los países con mayor penetración de este tipo de tecnologías.
Así las cosas, Chile avanza en un proceso de modificación de su matriz energética, sustituyendo paulatinamente a las fuentes tradicionales, responsables principales de las emisiones de GEI, por energías más limpias. Como en el resto del mundo, sin embargo, la dinámica de esta transformación se verá influida por la velocidad del desarrollo del almacenamiento de energía a costos competitivos.
Lo recién señalado plantea una pregunta: ¿Hay espacio para avanzar más rápidamente en las metas de reducción de emisión de GEI, sin ingentes esfuerzos fiscales, como no sea sencillamente “esperar” a que la tecnología de almacenamiento de energía alcance costos competitivos?. Diversos estudios de destacados expertos y economistas dan una respuesta, la cual apunta a que Chile puede lograr significativos avances en la reducción de sus emisiones de GEI, adicionales a las ya logradas, con mínimo o incluso sin costo fiscal, aun antes que la tecnología de almacenamiento de energía alcance costos competitivos. La clave radica en el rol que el Gas Natural (GN) puede jugar en este proceso.
La apuesta por el GN radica en que, dentro de los combustibles fósiles, es el que menos emisiones genera en su combustión. El GN emite un 50% menos CO2 que el carbón en la generación de electricidad, un 90% menos de óxidos de nitrógeno (NOx) que el diésel en transporte, un 99% menos de dióxido de azufre (SO2) que el Fuel Oil N°6 en el sector industrial y un 99,3% menos de material particulado (MP) que la leña en calefacción. Así, el GN destaca como el insumo más virtuoso para acometer la transición, hecho que ha sido destacado también por varios organismos internacionales, tales como la Agencia Internacional de la Energía.
Para entender la oportunidad que representa el GN en la transición energética debe señalarse, como primer antecedente, que Chille tuvo un desarrollo de enorme relevancia en su sector de GN entre los años 1998 y 2004, periodo en el cual nuestro país tuvo acceso a GN a bajo costo proveniente de Argentina. Se construyeron 4 gasoductos, sumándose cerca de 4.700 MW de capacidad de generación eléctrica en base a GN; se desplegaron redes de distribución en distintas ciudades; y buena parte de los procesos industriales se modificaron para permitir el uso de este insumo.
Posteriormente, y con motivo de las restricciones en los envíos de GN argentino, se construyeron dos puertos gasíferos, que entraron en operación desde 2009, lo que ha permitido acceder al mercado internacional del Gas Natural Licuado (GNL). Así, en nuestro país las inversiones existentes en GN dan cuenta de US$ 12.000 millones en costos hundidos.
Como segundo antecedente, debe consignarse lo ocurrido en el último tiempo en el mercado internacional del GNL, lo que indica que el GN volverá a ser competitivo como fuente de generación de energía eléctrica, al menos en lo que a costo variable se refiere, y probablemente recuperará también su competitividad en otros usos. En efecto, a partir de la masificación en la extracción del gas de esquisto o shale gas, el mercado del GN ha experimentado un ciclo de expansión global, permitiendo que el combustible mejore radicalmente su competitividad respecto a otras alternativas. Este ciclo comenzó con la explotación masiva en Estados Unidos a partir del año 2007.
La perspectiva de menor precio internacional se acentúa aún más si se considera la oferta potencial del mercado argentino, particularmente la que se podría derivar de la explotación masiva de Vaca Muerta. Aunque la actividad aún es incipiente, la producción en dicho país ha permitido el regreso del GN argentino a Chile, a partir del uso de la infraestructura instalada en los años 90.
Atendidos estos antecedentes, no debiera sorprender en absoluto el rol preponderante que puede jugar el GN en la transición energética. Chile ya tiene las inversiones hechas, son un “costo hundido”, por lo cual un uso más intensivo de este energético no conlleva un gasto de capital (CAPEX) significativo. Es la conjunción de inversiones ya hechas con la baja estructural de precio de este recurso lo que permite, sin mayores costos fiscales, un rol clave para el GN en el proceso de transición.
Hoy en día existe un creciente consenso acerca de la importancia del GN como energético vértice de la transición energética. En los países de la OCDE ocupa, en promedio, un 25% de la matriz de energía primaria y en varios escenarios esa participación se sostiene en la ventana de tiempo mencionada. La actual participación en Chile está sólo en torno al 11%. Por su parte, para el presente año, nuestra matriz eléctrica acumula una participación del GN igual a 18,7 %, contribución relevante que ha permitido sortear la estrechez hídrica que nos ha alarmado. En consecuencia, ahí recae la importancia de mantener actualizado el marco de reglas y señales para la inversión y amplio uso en Chile de este insumo estratégico.
Carlos Cortés Simón
Presidente Ejecutivo AGN