Ha comenzado en Glasgow una nueva edición de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26), luego de la suspensión el año pasado por la pandemia de Covid-19. Habiendo conocido este año una serie de datos que hablan del impacto irreversible provocado por “la mano del hombre” en el calentamiento global, parece ser más clave que nunca que los países adopten medidas más ambiciosas que eviten un incremento de las temperaturas por sobre los niveles identificados como críticos por el consenso científico.
En esa línea, el resultado de la COP26 será crucial para la industria global del gas natural. Este energético puede desempeñar un papel vital en la descarbonización de la economía mundial, pero sólo si se implementan las políticas adecuadas para facilitar su papel como combustible clave en la transición energética.
Además de las metas más estrictas de reducción de emisiones, una serie de otras decisiones que se adopten en la COP26 serán determinantes para la industria del gas natural. La captura, utilización y almacenamiento de carbono (CCUS) es fundamental para asegurar el futuro del gas en los sectores industrial y energético. Asimismo, el desarrollo de la industria del hidrógeno ofrece una oportunidad para el gas. En relación al impuesto al carbono, éste servirá de incentivo para sustituir carbón por gas, que es fundamental para una acelerada reducción de emisiones. Como ejemplo, este remplazo es el que más incidencia ha tenido en la caída en las emisiones de Estados Unidos.
Con todas estas variables sobre la mesa, la disponibilidad de fondos para nuevos proyectos a fin de garantizar un suministro adecuado más allá de 2030 dependerá de que se reconozca al gas natural como un combustible clave para la transición energética.
¿Pero por qué contar con este recurso en tiempos de descarbonización? En primer lugar, porque dentro de los combustibles fósiles, es el que menos emisiones genera en su combustión. El GN emite un 50% menos CO2 que el carbón en la generación de electricidad, un 90% menos de óxidos de nitrógeno (NOx) que el diésel en transporte, un 99% menos de dióxido de azufre (SO2) que el Fuel Oil N°6 en el sector industrial y un 99,3% menos de material particulado (MP) que la leña en calefacción.
Eso no es todo en cuanto a sus atributos. También es un facilitador para un incremento en la presencia de energías renovables variables (ERV) en la matriz, que en Chile han proliferado con éxito, fundamentalmente en el caso de energía eólica y solar fotovoltaica. En ese contexto, las centrales de ciclo combinado a GN son el complemento ideal para las ERV: ofrecen un arranque y una sincronización muy rápidos, ventaja que permite compensar los momentos de baja producción de energía eléctrica de las fuentes renovables y que coincide con el aumento de la demanda. Esto es crucial para el sistema, porque el GN otorga seguridad en la provisión de energía, cuestión que las ERV aún no logran, debido a que el desarrollo de tecnologías para almacenamiento (cuando por falta de viento o sol dichas tecnologías dejan de generar) está aún en etapa incipiente y con elevados costos.
Y no es únicamente en el ámbito de la generación eléctrica donde el gas natural puede ser una herramienta muy importante para las naciones y sus compromisos asumidos en la COP, sino también en el suministro domiciliario.
Chile es prueba de ello, con el proyecto que apunta a inyectar Hidrógeno Verde en las redes domiciliarias de Coquimbo y La Serena, sustituyendo hasta en 20% el uso de gas natural. Este hito tiene tremendas implicancias y posibilidades de ser replicado en todas las regiones donde está presente el gas natural, como energético en hogares y a nivel comercial.
En suma, cuando nuestro país transita un proceso de definiciones a nivel regulatorio y normativo (elecciones Presidenciales y Nueva Constitución), de cara al futuro parece del todo relevante que se produzcan ajustes al marco regulatorio, que entreguen las señales necesarias remunerando adecuadamente y dando incentivos a las tecnologías que mejor acompañan la descarbonización, con criterios que no sólo consideren lo económico, sino también requisitos de confiabilidad y sustentabilidad que nuestra sociedad requiere para su suministro.
Dado el necesario esfuerzo global en materia de descarbonización, los avances que se logren durante esta cumbre COP26 deben ser observados de cerca por las autoridades (actuales y futuras), para luego traducirse en necesarias nuevas políticas, que refuercen el rol del GN como energético vértice de la transición.
Carlos Cortés, Presidente Ejecutivo de AGN Chile
Revista Electricidad