En su columna publicada en El Mostrador, Carlos Cortés Simón, destaca que el gas natural es más que un simple “puente” para la transición energética, sino que es una solución práctica y económicamente sensata para alcanzar una matriz energética de menores emisiones sin excesivos costes para los usuarios y resguardando la seguridad energética de Chile.
El sector energético chileno enfrenta un complejo desafío: transitar hacia una matriz energética carbono neutral ¿Cómo encontrar entre todos los caminos posibles uno que nos permita avanzar hacia una economía neutra en emisiones sin arriesgar nuestra seguridad energética, y que además no genere costos inmanejables para los diferentes actores?
Encontrar la respuesta a esto exige un esfuerzo analítico profundo y permanente y, lo más complejo, enfrentar decisiones difíciles. La emergencia climática demanda una discusión sin tabúes. Si bien en la lucha contra el Cambio Climático es importante avanzar en el reemplazo de los hidrocarburos por energías de cero o bajas emisiones, la dificultad radica justamente en encontrar un camino realista y responsable.
En particular, es necesario analizar cuidadosamente cómo compatibilizar la variabilidad intrínseca de la energía solar y eólica con los requerimientos energéticos de la población, sin que los costos resultantes sean excesivos o se ponga en riesgo la seguridad de suministro.
En la práctica, lo que ha viabilizado la amplia penetración de renovables en generación eléctrica es el complemento sustantivo de generación térmica, con las plantas a carbón, diésel y a gas natural, particularmente en los horarios nocturnos. Ante el retiro del carbón como combustible para generación, y si no queremos quemar diésel -el más caro y contaminante combustible fósil-, lo lógico es que dicho rol lo cumpla el gas natural.
Así, un estudio reciente elaborado por el Instituto de Sistemas Complejos de Ingeniería (ISCI) en conjunto con SPEC Consultores calculó que eliminar el gas natural de la matriz eléctrica -como han planteado algunos actores- costaría sobre 25 mil millones de dólares, lo cual implica un costo de abatimiento de 380 dólares por tonelada de CO2. Éste es un precio exorbitante: entre 10 y 15 veces superior al de las emisiones asociadas al carbón o diésel.
Queda en evidencia que este “sacrificio” para evitar las comparativamente bajas emisiones asociadas a la generación con gas natural sería extremadamente oneroso e ineficiente. Esto, en un escenario en que se acaban de aprobar subsidios y estabilización de las tarifas eléctricas, implicaría un alza en a las cuentas a los usuarios finales que podría llegar a un 10%.
Estos sobrecostos se relacionan con garantizar la seguridad de suministro. Para satisfacer la creciente demanda eléctrica con energías variables, es necesario contar con formas de almacenar dichas energías en cantidades suficientes, para asegurar suministro en los períodos donde, por ejemplo, esté nublado o no haya viento.
Es en estos casos donde resulta imperativo contar con un suministro seguro como es la generación a gas, y si se desea reemplazarla sólo por tecnologías renovables, entonces se requiere una sobre inversión de casi 8% del PIB de Chile, tomando para este cálculo los datos proporcionados por el estudio mencionado.
Hoy, y más que nunca, debemos evitar supuestas soluciones que no pasan el riguroso examen que debe hacerse al incluir variables como la seguridad de suministro y el costo de esas medidas. Por el contrario, necesitamos un enfoque equilibrado que haga competir todas las opciones tecnológicas -incluido el gas natural- de nuestra matriz eléctrica, que garantice seguridad de suministro y nos permita cumplir con nuestros compromisos ambientales.
El gas natural es más que un simple “puente” energético en la transición. Hoy es una solución práctica y económicamente sensata para alcanzar una matriz energética de menores emisiones, una llave que asegura una transición energética fluida en Chile, sin imponer cargas financieras insostenibles a los consumidores y resguardando la seguridad energética de nuestro país.
Por: Carlos Cortés, Presidente Ejecutivo de la Asociación de Empresas de Gas Natural