El reciente apagón del 25 de febrero de 2025 puso en evidencia una fragilidad en la infraestructura energética chilena: La complejidad de operación a lo largo del territorio. A pesar de contar con un Plan de Recuperación de Servicio, la interrupción del servicio se extendió por más de siete horas, afectando a millones de personas. Este evento, originado en la línea 2×500 kV Nueva Maitencillo – Nueva Pan de Azúcar, ilustra cómo la extensión geográfica del sistema impone desafíos adicionales en términos de seguridad y resiliencia.
La transferencia de 1800 MW desde el norte del país, en su mayor parte de energía solar, mostró la creciente penetración de fuentes renovables variable. Sin embargo, la restauración del sistema recayó en unidades con capacidad de respuesta rápida y sostenida, como hidroeléctricas, diésel y gas natural. En particular, los ciclos combinados y turbinas a gas jugaron un rol fundamental en estabilizar la red una vez reestablecido el suministro inicial y mantener una generación creciente hasta normalizar al día siguiente. Hay que considerar que la hidrología de los últimos 2 años le ha dado al sistema márgenes de operación que, en el futuro, no necesariamente podría coincidir con una situación similar.
La discusión sobre la transición energética y la descarbonización ha llevado proponer la salida acelerada de unidades a gas. No obstante, este combustible ha demostrado ser una pieza clave para la confiabilidad del sistema. Su suministro, proveniente desde Argentina, con una reanudación del suministro desde el país transfronterizo y regasificado desde los terminales GNL desde el año 2009, ha sido estable, sin interrupciones y competitivo. A su vez, las unidades a gas ofrecen flexibilidad operativa, permitiendo compensar la variabilidad de fuentes renovables y brindando servicios esenciales como estabilidad e inercia al sistema.
Así como la infraestructura eléctrica debe seguir modernizarse y reforzarse para garantizar la seguridad del suministro, la infraestructura de gas también debe mantenerse y protegerse bajo altos estándares. La planificación de un sistema resiliente requiere reconocer el rol estratégico del gas natural como combustible de transición. Esto se ha indicado en la PELP del Ministerio de Energía como por otros países, donde mantienen la penetración de generación renovable, pero no renuncian a tener suministro estable y competitivo. El equilibrio entre energía renovables no convencional y generación flexible es fundamental para cumplir las metas de descarbonización al alcance de todos, así como tener elementos de seguridad para enfrentar escenarios críticos como el vivido en febrero.
Chile requiere infraestructura confiable, segura y preparada para enfrentar los desafíos futuros. En este contexto, el gas natural se posiciona como un aliado de la descarbonización y como un pilar de estabilidad que permite la transición energética sostenible.
Diego Huarapil
Jefe de Desarrollo de GNL Chile