En medio del escenario de alzas sostenidas de las bencinas, nuevamente han surgido voces que proponen que se libere la prohibición vigente para la conversión a gas de vehículos particulares a gasolina, como una alternativa para hacer frente al alto costo que dicho combustible significa para los bolsillos de miles de chilenos.
Hoy, convertir un automóvil convencional a gas natural vehicular (GNV) es una opción que sólo tienen los taxistas y dueños de flotas comerciales, en circunstancias que es competitivo en precio y ambientalmente más conveniente en comparación con los combustibles líquidos. A la normativa que limita la participación del GNV a nivel de autos particulares, se suma además la distorsión tributaria que beneficia y, por lo tanto, fomenta el uso del combustible más contaminante de todos: el diesel. En efecto, el 80% de las emisiones contaminantes del segmento transporte liviano proviene precisamente de esta fuente, no obstante representar solo el 13% del parque de vehículos que utilizan tecnologías convencionales (aun cuando se está produciendo una creciente masificación de estos motores).
No existen fundamentos técnicos objetivos para la prohibición vigente en Chile y es importante que la opinión pública lo tenga claro. Aparentemente las razones estarían en la menor recaudación fiscal que implicaría el cambio de gasolina a gas, lo que resulta un contrasentido si se tienen en cuenta los altos costos en salud que genera para el Estado el problema de la contaminación ambiental.
Es importante destacar que el GNV cumple con muy exigentes normas de seguridad de nivel mundial, tanto para la instalación de sistemas de conversión como para el reabastecimiento de combustible, y la tecnología disponible en Chile permite hacer conversiones de última generación.
Por otro lado, a nivel del transporte público, el Transantiago tiene una deuda pendiente en materia ambiental. Según estudios realizados por las universidades de Chile y Federico Santa María, los usuarios del sistema están expuestos a niveles de contaminación por partículas finas muy superiores a los que afectan a los usuarios del Metro, automóvil o bicicleta, por lo que promover la incorporación de tecnologías limpias en el transporte público capitalino sería un acto de responsabilidad pública para con la salud de la población.
Desde el año 2010 en la región de Magallanes opera una flota de 61 buses a gas natural, que el propio ministro de Transportes ha calificado “por lejos el mejor sistema de transporte público en Chile”, dado su gran aporte a la descontaminación y menores precios. Considerando los actuales valores de la bencina en Santiago, el GNV generaría un ahorro promedio superior al 40%.
No está de más recordar que la utilización de gas natural en el sector industrial de Santiago ha contribuido a revertir la tendencia al alza de PM2.5, con lo que en 2012 logramos los niveles históricamente más bajos de emisiones. ¿Por qué no darle la oportunidad ahora para aportar a la reducción de los niveles de contaminación generados por el sector del transporte, ampliando el uso del gas natural a todo tipo de vehículos y en particular en la locomoción colectiva?
Creemos que en esta materia se debiera actuar con audacia y decisión y dejar que las tecnologías vehiculares disponibles en el mercado puedan competir y, de esta manera, darles la posibilidad a los chilenos de acceder a una alternativa mucho más limpia y barata como es el gas natural.